Monthly House View - Octubre - Download here
Espero que hayan pasado un verano estupendo, con la familia o los amigos, en busca del sol o del fresco, según la región, o lejos de las redes socia-les, disfrutando del momento presente.
Ni muy caliente, ni muy fría: así podemos describir el estado de la economía estadounidense, una situación económica llamada de “goldilocks”. El verano llegó con su momento de pausa y reflexión: ¿quién iba a decir hace un año que la Reserva Federal (Fed) iba a dirigir el aterrizaje de la economía stadounidense y evitar una recesión que ya era inevitable? Hay que reconocer que, desde principios de año, la economía estadounidense no ha dejado de sorprendernos. Como prueba de ello, las previsiones de crecimiento del PIB estadounidense para 2023 eran cercanas a cero a principios de año, pero ahora se sitúan en torno al 2%. Ya en el segundo trimestre, nosotros mismos empezamos a revisar al alza nuestras previsiones, sin caer en el pesimismo excesivo. “La recesión que no llega nunca” bien podría ser el superventas del próximo verano.
Al final, el verano fue (demasiado) cálido para los rendimientos largos estadounidenses. En el momento de escribir estas líneas, el rendimiento de los bonos a 10 años ha pasado del 3,7% al 4,3%, aunque el tipo real es el principal factor explicativo. La primera fase de subidas de tipos estuvo vinculada al endurecimiento de la política monetaria tras los choques inflacionistas. Sin embargo, este reciente incremento de los tipos reales se tradujo en la estabilización de las expectativas de inflación a partir de ese momento, en torno al 2,3% (punto de equilibrio a 10 años), mientras que los tipos nominales han seguido aumentando. La Fed ha recuperado la credibilidad en su lucha contra la inflación manteniendo el discurso de que los tipos seguirán altos durante más tiempo, y el mercado ha ido aplazando y revisando las primeras bajadas de tipos a medida que pasan los meses. Así, la primera explicación de la subida de los tipos a largo plazo estaría vinculada a la solidez de la economía estadounidense, lo que justificaría un tipo real más elevado. La segunda es el restablecimiento de la prima por plazo que exigían los inversores: en otras palabras, una tasa de rendimiento más elevada para compensar el riesgo de mantener bonos del Estado a largo plazo en comparación con los vencimientos cortos. La subasta (emisión del Tesoro estadounidense para financiar la deuda pública) se encuentra constantemente a la deriva: la deuda nacional se acerca a los 32 billones de dólares, un 50% más en 5 años y 1,5 billones más desde el acuerdo alcanzado en junio sobre el techo de la deuda. Se requiere una mayor inversión para financiar los déficits relacionados con la guerra y la transición energética, y apoyar el consumo.
Por otra parte, los inversores que suelen comprar bonos para invertir sus dólares se apartan del billete verde. Algunos por motivos de diversificación, de cambio de política monetaria interna, y otros por razones políticas, es decir, para reducir su dependencia de EE. UU. Como en cualquier ecuación entre oferta y demanda, el quid de la cuestión será el punto de equilibrio.
Este aspecto es crucial para la gestión de carteras. En los últimos meses, la correlación entre los mercados de renta variable y de renta fija ha vuelto a ser positiva: la renta variable cae con el aumento de los tipos de interés (y, al mismo tiempo, los precios de la renta fija bajan). Un inversor que compre este año un bono estadounidense a 10 años tendrá una rentabilidad negativa. La rentabilidad de los fondos diversificados llamados “50-50” se resiente, al igual que los flujos de capitales: según Morningstar, a fin de junio, las salidas eran de 20.000 millones de euros, frente a unas entradas de 100.000 millones de euros en bonos (principalmente, con vencimientos cortos) y activos monetarios. Para un cliente privado, esta volatilidad de los tipos a largo plazo es insoportable. Sin embargo, un punto de equilibrio restauraría el interés por los bonos a largo y proporcionaría la diversificación necesaria en las carteras diversificadas y, por lo tanto, su atractivo.
En general, estamos nuestra posición es casi neutra en duración, aunque seguimos prefiriendo el carry hasta cinco años. A principios de verano, empezamos a ser optimistas respecto a la renta variable y ahora mantenemos una postura positiva. Dentro de la renta variable, los valores relacionados con las energías renovables han tenido un verano difícil: la subida de los tipos de interés a largo está teniendo un gran impacto en los planes de inversión a largo plazo de estos proyectos, a lo que se une la inflación de los costes, los cambios normativos en EE. UU. y los problemas de impago de las acciones existentes. Les invito a leer el fascinante artículo sobre este tema, “Finanzas sostenibles: un verano paradójico”, que aparece en este número, así como los comentarios de nuestros especialistas sobre las distintas clases de activos.
Monthly House View, 22/09/2023 - Extracto del Editorial
03 octubre 2023